Pestañitas

dimecres, 25 de gener del 2012

La llave

Eran las 11 de la mañana y seguía dando vueltas en mi cama, había vuelto a tener el mismo sueño. Pero esta vez fue diferente. En mi primer sueño había una habitación oscura y al fondo de la misma dos espejos, uno reflejaba la casa de las muñecas que la abuela me regaló al cumplir los diez años y en el otro espejo me veía a mí que lloraba y no paraba de dar golpes al espejo, lo que en realidad se suponía que era una puerta, pues después de unos golpecitos se oía a mamá diciendo "¡te he dicho que no y no es que no! ¡Y deja de dar golpes a la puerta o pagarás la reparación! Lo más raro es que no recuerdo esa escena de pequeña...
Llevaba siete días soñando lo mismo, pero en el octavo sueño el segundo espejo, el que no recordaba, estaba roto y cubierto de sangre, algo que hizo que todo mi cuerpo se estremeciera y me quitara las ganas de desayunar. No es que tenga sueños del todo fantásticos y de color rosa, pero nunca antes había tenido un sueño tan poco sueño, más bien una pesadilla terrorífica.
¿Pero qué veían mis ojos? ¡No me lo podía creer! En mi último sueño yo encontraba una llave cubierta de sangre encima de un cristal roto... ¿¡Pues os podéis creer que en el bolsillo mismo del pantalón de mi pijama tenía guardada una llave cubierta de sangre seca!? Sí, así era. En ese mismo instante sonó el timbre, era mamá, que como siempre se había olvidado las llaves. Cuando me vió, cruzó la cocina velozmente y en unos pocos segundos ya me había cogido entre sus manos mi cara y de pronto su rostro cambió, emmudeció y dijo "cariño desayuna algo que no tienes buen aspecto, deberías irte a dormir más pronto que luego duermes mal... Ah, volveré a las 9, sé buena".

¿Cómo sabía que había dormido mal? No me apetecía para nada desayunar, lo que yo necesitaba era una ducha y un paseo para distraerme y así olvidarme de la pesadilla que había tenido. ¿Eran suposiciones mías o mamá sabía que había tenido una pesadilla?
Al final acabé haciendo lo que ella dijo, desayuné tostadas con aceite y miel, zumo natural de naranjas y me duché. Me vestí rápidamente y bajé a la ciudad a comprar algunas cositas. Me pasó algo verdaderamente extraño en la última tienda que visité. Era una tienda de objetos antiguos. No vi nada interesante, así que me dirigía hacia la salida cuando de repente la viejecita del mostrador dijo: "eh jovencita, ¿no te ha gustado nada? ¿Qué tal un colgante para que te cuelgues la llave?" ¿Había dicho "la llave"? "¡Pero bueno! ¿Cómo sabe eso usted?" dije en un tono más bien alto que normal. La viejecita se excusó diciendo "lo supuse en cuanto se te cayó del bolsillo y pensé que lo mejor para no perderla sería llevarla en un colgante". ¿Pero cómo narices había llegado la llave a mi bolsillo? ¡Si yo la dejé en mi mesita de noche!
¿Sabéis lo que hice verdad? Exacto, compré el dichoso colgante para la extraña y diminuta llave que por extraño caso había ido a parar al bolsillo de mi pantalón de alguna forma pero no sabía cuál.

Al llegar a casa dejé todas las bolsas encima de la mesa de la cocina y al levantar la cabeza vi una nota pegada a la nevera, era de mamá...

"Cariño, te he dejado comida en la nevera para esta noche, me ha surgido un imprevisto en el trabajo y no volveré hasta mañana, le he dicho a la vecina que te eche un vistazo al llegar la noche, cuídate, besos mamá".

El día fue algo extraño pero lo peor estaba por llegar: la noche.

-Fin capítulo uno.
B.

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